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ABUSO SEXUAL:
UNA HERIDA PERMANENTE

Historias de sanación de seis mujeres que lucharon para superar su dolor

Por: Angie Nicole Arias y Sergio Alejandro García

«Hace unos meses, por alguna razón, recordé muchas cosas terribles que me hizo mi papá, me empecé a acordar que algunas veces cuando era niña, me hacía meter desnuda en su cama y me ponía el pene entre las nalgas y se masturbaba. Tal vez pasaron más cosas, no estoy segura porque no las tengo en mi memoria y de pronto sigo sin hacerlo, pero las imágenes empezaron a llegar y desde entonces no se van de mi cabeza, tengo la llorada del siglo y el corazón apachurrado». Nadia.

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Sergio García

Testimonios como el anterior, fueron recogidos durante cuatro días de octubre que estuvieron dedicados a hablar con Amalia, Olivia, Emma, Isabella, Victoria y Nadia, seis víctimas de abuso sexual que se enfrentaron a este fenómeno cuando tenían entre los 10 y 25 años. Dos psicólogas de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia y la Universitá di Bologna de Bolonia, Italia, interpretaron sus situaciones y expusieron los impactos de esta problemática. La violencia sexual es algo que muchísimas personas (más mujeres y niños) han sufrido a lo largo de su vida y es difícil encontrarle una respuesta o siquiera, caer en cuenta de todas las víctimas… que son tantas como una colmena de abejas. «No voy a denunciar», «no me creen», «es mi culpa». Son las frases que salen con odio y resentimiento de muchas mujeres y niños abusados y quienes después de soportar por años estos secretos, tuvieron que someterse a terapias psicológicas para hacer su vida más llevadera.

Seis mujeres abrieron su corazón para contarle a Ventana U virtual su situación de abuso, cómo lo estaban llevando y qué consecuencias se presentan en su vida cotidiana. Varias de ellas temían que se revelaran sus verdaderos nombres, así que tendrán un apodo para no revictimizarlas. La primera fue “Amelia”, quien sufrió abuso por parte de su novio durante un año y medio de relación.

El amor no debería doler

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Sergio García

Fue entre 2019 y 2020, llevaban seis meses cuando su novio comenzó a comportarse agresivo, «no te das cuenta hasta que tienes una bola de nieve». La insultaba, la chantajeaba emocionalmente y también la obligaba a mantener relaciones sexuales, «no supe que había sufrido abuso hasta que terminé con él». Su pareja practicaba artes marciales y siempre le decía que iba a probar cómo les iba juntos hasta que le sacaba sangre, como si fuera su ratón de laboratorio; ella le pedía que parara, que no practicara con ella y su respuesta era: No se queje.

Amelia accedió pensando que lo hacía para que a él le fuera bien, aunque su cuerpo estaba lleno de moretones. Lo mismo pasaba cuando tenían relaciones sexuales; ella le decía que no quería porque su cuerpo estaba muy lastimado y se sentía incómoda, pero él seguía hasta que el enojo de Amelia se transformó en resignación. «Me convencí que era mi obligación por ser su novia y porque no quería pelear con él». Ella intentó dejarlo varias veces, pero él se ponía violento e impulsivo, le decía que tenía muchos problemas mentales y que se iba a matar.

- Una vez le dije que ya no quería nada y me intenté ir, pero él cerró la puerta y me amenazó con su perro. Ese día me asusté mucho, no entendía qué estaba pasando y el miedo que sentía me convertía en una gelatina, por eso tuve relaciones con él cuando regresó.

Para terminar la relación, Amelia le dijo que quería tener sexo con otras personas, «me trató de puta y de ahí no me bajó», pero fue la única forma en que la dejó, aunque varias semanas después la siguió buscando. La manera que encontró para detenerlo definitivamente fue cuando ella lo amenazó. Actualmente tiene una relación sana con otro hombre, pero todo el tiempo está a la defensiva por más que él le demuestre que todo es diferente.

- Mi autoestima está muy baja. Hace un tiempo me alejé de todo el mundo y de cualquier muestra de afecto. Fui consciente de todo lo que me había pasado hasta que fui a terapia.

 

Ella pensó en denunciarlo cuando llevaba un tiempo en terapia, «pero no, porque esto es Colombia, y aquí si no hay pruebas no te van a creer»; ella sabe que denunciarlo implica tener que volver a verlo y afectaría gravemente su salud mental.

Lorena Storino, psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana menciona que las víctimas de abuso tienen varias razones de peso para guardar silencio, en el caso de Amelia fue su autoestima y la justicia del país. En su profesión ha notado que la mayoría calla estos eventos y si llegan a hablarlo, lo hacen cuando ha pasado mucho tiempo, debido a un miedo que puede ser hacia el abusador o porque no les crean. Por esta razón la persona abusada tiende a minimizar lo que le sucedió, más cuando se da en un contexto familiar o de cercanía. Otro argumento de peso es la culpa que siente la víctima por lo que sucedió y que se intensifica si se dan juicios sobre el tema. El sistema de justicia colombiano culpabiliza a las personas abusadas, en lugar de defenderlas y ayudarlas. La psicóloga ha visto personas que prefieren guardar silencio debido a la desconfianza, ineficiencia y revictimización que genera este sistema, razón suficiente para que Amelia diera un paso atrás.

Aprendió a decir NO

El segundo testimonio es sobre “Emma”, una chica que sufrió abuso a sus 10 años por parte del hijastro de su tío. Su familia había decidido vivir en otro país y al inicio se quedaron con su tío.

- Quería que sintiera que era más que yo, dado que mis padres trabajaban todo el día y los veía poco. A veces me decía que yo debía lavar los platos, limpiar la casa o hacer cualquier cosa que él me mandara, pero mis padres y mis tíos me dejaron en claro que yo no debía hacer nada porque era una niña. Me trataba como su sirvienta.

En esa época él tenía más o menos 16 años, como casi siempre se quedaba sola con él, le gritaba mucho y ella no se quedaba callada. «Alzada», la acorralaba en alguno de los cuartos y la besaba muy fuerte, le acariciaba sus partes íntimas y le decía que debía obedecerle. Después de cuatro meses se fue a vivir a otra ciudad con sus padres, pero nunca se los contó porque «papá lo mataría si se enteraba». No quería que todo se arruinase por su culpa.

- Mi autoestima se basó por muchos años en temerle a los hombres, pero refugiarme en ellos por una falsa seguridad. Después cambió y quería dominar a todas las personas que tuvieran una relación conmigo. Sentía rabia hacia los hombres porque pensaba que siempre me iban a atacar o forzar a hacer cosas que no quería, pero también tenía la necesidad de ser complaciente. Por eso dejé que muchos hombres pasaran por mi cuerpo… Jamás pude decirles que no.

Emma utilizaba las mismas dinámicas de su agresor. Obligaba a sus parejas a hacer lo que ella quisiera, así nadie la haría sentir menos porque ella era «la autoridad». Después de un tiempo fue a terapia, el psicólogo le dijo que su promiscuidad se debía por «no poder decir que no», debido al trauma que tenía al ser “castigada” por no hacer las cosas que su agresor le pedía. Nunca le contó a nadie hasta hace 4 años.

Lorena Storino, psicóloga de la Universitá de Bolognia, menciona que Emma tenía comportamientos de evasión, «tratando de escapar de cualquier situación que la hiciera recordar lo ocurrido o que la pusiera en riesgo».

- Los niños y niñas que han sido abusados pueden presentar desconfianza hacia sus cuidadores (como madre, padre, profesores, etc.) y tener conductas de autolesión (daño hacia sí mismos) o agresividad.

A veces también se pueden mostrar conductas compulsivas de limpieza, porque la persona puede tener una sensación obsesiva y constante de suciedad por sí misma. Hay casos en que las personas que fueron abusadas tienen desórdenes de apego. Por otro lado, Alessia, afirma que cada caso es distinto según la forma en que se vivió, la historia personal y el grupo de apoyo.

- Lo que he podido observar es que las conductas de apego y confianza con el mundo y la invulnerabilidad son las que se ven más afectadas; se manifiesta con el distanciamiento afectivo, la dificultad de confiar en otros, generar nuevos vínculos y la sensación de pasar constantemente situaciones negativas. También pueden generar momentos de ansiedad como dificultad para dormir, disociaciones corporales, entre otras.

El abusador está en casa

 

La tercera chica es “Isabella”, quien comenzó a ser víctima de abuso desde los 14 años (ahora tiene 24). Lo que estalló fue hasta hace un año, cuando sufrió acoso sexual por parte del esposo de una prima.

- En varias ocasiones me insinuó que tuviéramos relaciones sexuales, que nos besáramos, que yo le encantaba y podía darme todo lo que yo quisiera, solamente tenía que aceptar una relación sentimental con él sin que nadie se enterara.

Cuando era pequeña le ofrecía dulces a cambios de besos, pero cuando empezó a crecer y tenía parejas, él se las ahuyentaba diciéndole a sus padres que era una mala persona y ellos le creían; la encerraba, la tocaba sin su consentimiento o la amenazaba.

«Tenía mucho miedo así que me guardaba todo eso, hasta que empecé a salir con alguien y no me importó lo que él podía hacerme», esa relación iba muy bien y el esposo de su prima decidió inventar cosas en la casa e Isabella tuvo que terminarle.

- Yo decidí contarle a mi tía y a mi madre, ella le reclamó, pero él dijo que yo estaba malinterpretando el cariño que él me brindaba, que solo me trataba como si yo fuera su hija porque me había cuidado desde pequeña.

Isabella decidió alejarse y evadirlo, pero el acoso se volvió tan intenso que empezó a encerrarla más seguido, intentaba darle besos, la abrazaba y le tocaba sus partes íntimas.

«Yo no podía evitarlo, él estaba siempre en mi casa».

La autoestima de Isabella estaba muy afectada, su agresor le decía que nadie la iba a querer, que ella estaba perdiendo el tiempo porque debía estar con él. Ya no podía tener relaciones porque él siempre estaba ahí para no permitirlas, también porque ella no estaba bien. Después de todo el apoyo recibido por su prima se fue de la casa, porque «un día estaba acostada y puso su pene en mi entrepierna, yo lo empujé porque estaba alterada».

Isabella recalca que su estado anímico estaba tan roto como un jarrón, aunque en Emma y Amelia tampoco era muy distinto. Alessia frente al caso de Isabella, comentó que un abuso sexual afecta la dimensión física, mental y emocional. En la dimensión física el cuerpo puede quedar herido dependiendo cómo se “realice” esta violación, además que todo «queda registrado en la memoria corporal, haciendo que cambie la postura corporal, el movimiento y la forma de contacto». En cuanto a lo mental, surgen pensamientos relacionados al abuso y se amplían en diversas áreas de la vida, relacionándose con el autoconcepto que la persona abusada tiene de sí misma: como no valer lo suficiente, sentir culpa constante, rechazar u odiar su cuerpo y unos cuantos más. Es una película que pareciera no tener un final.

Por último, está la dimensión emocional, pues se reprimen o niegan todas las emociones generadas por el abuso y que quedaron escondidas al no ser expresadas. Esta negación es un mecanismo de defensa muy usual en quienes sufren un evento que provoca mucho dolor y sufrimiento, Lorena y Alessia nombran a un “yo” que niega la posibilidad de recordar y elaborar lo que ha pasado, porque es «un sufrimiento insostenible». Pero eso no significa que el miedo se esconda por completo, pues se manifiesta por otros canales como pérdida de memoria ocasional, ataques de pánico, depresión, evitación de algunas situaciones sociales, baja autoestima (como Isabella) desórdenes alimenticios y del sueño, entre otros.

Angustia y culpabilidad al acecho

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Sergio García

Así, el cuarto testimonio trata de “Olivia” y sucede el 26 de diciembre de 2018, que decidió contarme una de sus experiencias más difíciles, en las que son cómplices dos mujeres, sus “amigas”. Aquel día Olivia salió a un bar con ellas y un primo de una sus amigas tras haber almorzado.

- Era muy temprano en la tarde, hasta ahora estaban abriendo el lugar y nosotros queríamos pasarla muy bien, así que pedimos bastante licor; estábamos solo los 4 y las personas que atendían, ese día conocí al primo de mi amiga.

Durante el tiempo que estuvieron en el bar hubo cierta atracción entre ellos, pero también entre él y la otra amiga de Olivia, así que ambas acabaron besándose con él. Después de eso ella ya se sentía muy borracha, entonces fue al baño y la mujer que se besó con el chico le preguntó: ¿Por qué no te acuestas con él?

- No me sentía en condiciones, me daba miedo porque yo nunca había querido estar con alguien que no conociera. Además, estaba muy tomada, todo me daba vueltas.

Su amiga le dijo que lo pensara, que les ayudaba, pero ella insistió que no porque tenía un compromiso familiar el día siguiente y que no quería discutir más. Al salir del baño siguieron tomando y «hay recuerdos muy difusos». Olivia ya se iba con su amiga (la prima del chico) y estaba bajando las escaleras, luego de eso, su siguiente recuerdo es desnuda en una cama con el primo de su amiga encima.

- Él me estaba penetrando, yo me acuerdo de eso porque sentí mucho dolor, le dije que me dolía, pero él no paró. Yo no me podía mover y él siguió hasta que eyaculó. Estaba procesando todo, no sabía por qué no tenía ropa o dónde estaba, empecé a mirarlo con mucho susto y él se levantó de la cama.

Ella no podía levantarse y en ese momento se percató que estaba en el cuarto de su amiga, la prima de él. Olivia comenzó a llorar desconsolada mientras buscaba su ropa, quiso irse por eso y porque tampoco entendía cómo había llegado a un tercer piso. Se sentía culpable.

- Empecé a sentirme enferma, con mucho desaliento y me faltaba la respiración. Una de mis “amigas” me dijo que no entendía mi lloradera si yo quería hacer eso, que yo lo había besado en el bar y se notaba que me moría por él. Después de eso nos fuimos en un taxi y mientras yo desvariaba, ellos se reían.

Al día siguiente Olivia tuvo muchas náuseas, malestar corporal y una tristeza profunda. Decidió llamar a un amigo y después de contarle todo él confirmó que había sufrido una violación, pero ella seguía diciendo que no porque no lo recordaba claramente. Tenía el estómago muy hinchado y fiebre, le dolía tanto sentarse que lloraba, pero no quiso contarle a su mamá porque se sentía muy culpable e ingenua. El dolor que sentía era insoportable. Fue al baño y comenzó a alumbrar su vagina con la linterna, allí se fijó que tenía el preservativo dentro y le costó mucho sacarlo.

- El tipo ese me escribió y yo no fui capaz de responderle.

Luego de eso tomó la decisión de ir a terapia, fue algo muy fuerte porque tenía problemas de sueño con sus abusadores y ataques de pánico constantes. Olivia me contó que ese abuso no había sido el más grave de todos, pero sí el que le había “demostrado” cuánto daño le habían hecho. Hay un factor en contra para ella, y es que no pudo seguir pagando las sesiones mensuales de terapia y le afectaba mucho más tener un proceso incompleto. En esos momentos ella logró darse cuenta que le aterraba estar sola o en la calle y que su cuerpo reaccionaba mal cuando intentaba tener relaciones sexuales, también lo confirmó cuando la vida sexual que tenía con su novio empezó a complicarse. Él fue la única persona a la que le contó lo que había sucedido.

- El feminismo me ayudó mucho a dejar de vivir violencia y poder hablar de lo que me sucedía, también me dio la fuerza para buscar asesoría jurídica y poder denunciar hace ocho meses, pero cuando me dijeron los factores que tenía a favor y en contra, no pude seguir. Mi salud mental se había afectado demasiado y no podía permitirlo. ¿Y sabes qué? Me volví muy selectiva, me alejé mucho de la gente y no confío en nadie. No me gusta salir o socializar más de lo debido. Intento calmarme pensando que no todos pueden ser tan malos.

Las repercusiones en la vida cotidiana de Olivia fueron gravísimas, en el caso de las relaciones sociales y sexo afectivas, las psicólogas Lorena y Alessia coinciden en que hay una dificultad para confiar en los demás, aislarse o evitar directamente una relación con alguien. En cuanto a las relaciones sexuales el proceso varía en cada persona, pero lo usual es sentirse culpable por sentir placer y/o rechazar su cuerpo y cualquier pensamiento de deseo o disfrute de la relación sexual.

Ir a terapia salva vidas

El quinto caso de estas chicas es “Victoria”, una joven de nacionalidad venezolana que persuadieron hasta llegar a una violación.

Victoria era estudiante de un instituto de Venezuela, hacía intercambios musicales y a cambio ellos le daban clases de francés. Ella notaba que el presidente se veía interesado en ella, más cuando fue la única que quedó en el curso. El presidente del instituto casi siempre viajaba pero mantenía una relación con una chica que tenía la misma edad que Victoria, lo que le extrañaba mucho porque él vivía con una de las directoras de la institución. Mientras tanto, otra directora le propuso formar una escuela de arte y ella aceptó, junto a su amigo (que se dedicaría a la sección de escritura). El presidente y su pareja (la chica jovencita) también hacían parte de ese gran proyecto.

Un día, la novia del presidente (que se apodará María), llamó a Victoria para que la acompañara a una fiesta que se daba en un estado cercano y después de tanto decir que no, ella accedió ir después de un evento que tenía con su hermana.

- Mi amigo me acompañó en el segundo evento porque yo le dije que tenía mucho miedo por María; ella le tenía mucha devoción al presidente y eso me angustiaba, parecía que hasta le rezara.

Una vez llegaron al sitio y se instalaron, María le pidió que hablara con el presidente porque necesitaba desestresarse, Victoria dudó un poco, pero terminó aceptando y fueron a un bar en el que pidieron más y más bebida, hasta que decidieron seguir tomando en el apartamento de María. Victoria fue porque no tenía una forma de irse sola, los dos se habían comprometido a llevarla.

Ella ya estaba un poco ebria y el presidente les dijo a las dos que se besaran, y lo hicieron. Victoria no «se las iba a dar de santa, María era muy bonita». Después él se incluyó en el beso y ella empezó a sentir miedo, pero se levantaron, fueron a la habitación de María y el presidente dijo: Ella quiere contigo, conmigo nada.

- Aun así, en un momento él decidió penetrarme, yo quería ver qué pasaba y acabé sintiéndome muy mal. Yo les decía (un poco en broma y un poco en serio) que ellos habían planificado todo.

En un momento, Victoria fue al baño mientras los dos sujetos seguían teniendo sexo. Al día siguiente lloró muchísimo y él le decía que nadie se iba a enterar, que sentirse culpable no cambiaría nada. Después de un tiempo ella le contó todo lo sucedido a su amigo (que actualmente es su novio) y él le respondió que sí había sufrido abuso sexual, porque la habían persuadido para obtener lo que pasó esa noche.

- Después de eso fui a terapia, allí me ayudaron a entender que no había sido mi culpa. Lloré y lloré hasta que me quedé sin lágrimas… Casi siempre veía a los hombres con mucho temor.

Victoria es una de las chicas que más pudo avanzar en su terapia, para Alessia y Lorena este medio es muy poderoso para sanar el trauma, porque cuenta con muchas herramientas y corrientes para abordar el problema, como la verbalización, que permite a la víctima darle un orden a todo lo que necesita ser procesado y sanado, pero que debe significar algo para la persona si quiere que sea efectivo. También hay otras maneras corporales y emocionales, pero es necesario analizar bien cada caso (como edad, etapa de desarrollo, redes de apoyo, intensidad y duración del evento traumático) y lo que desea dicha persona, para que logre llegarse al inconsciente y conectar con esas heridas.

-    Una de las primeras cosas que se trabaja en consulta es el sentimiento de culpa que experimentan las víctimas. Otro mecanismo de defensa es buscar explicaciones a cada detalle del evento con tal de aliviar el dolor, y en ocasiones eso lleva a estas personas a buscar explicaciones donde no las hay, por ejemplo: “si yo no hubiera aceptado eso, no estaría viviendo esto”. Todos esos pensamientos causan más sufrimiento.


Acompañar se convirtió en su causa 


El sexto y último caso fue Nadia, una de tantas chicas que creía que un padre era su héroe, pero que terminó siendo su peor pesadilla.


Su papá abusó de ella desde que tuvo memoria, pero todos esos recuerdos llegaron hace poco cuando él llegó borracho a la casa y se metió en su cama para intentar violarla. Su hermano pequeño la ayudó a quitárselo de encima y después de eso su mamá lo echó de la casa, pero no le creyó del todo lo que había sucedido, así que terminó yéndose de su hogar.

 
-    Comencé a recordar muchas cosas; cuando era niña mi papá me hacía meter desnuda en su cama y me ponía el pene entre las nalgas y se masturbaba. Tal vez pasaron más cosas, no estoy segura porque no las recordaba y de pronto sigo sin hacerlo, pero las imágenes empezaron a llegar y desde entonces no se van de mi cabeza, tengo la llorada del siglo y el corazón apachurrado.


 Tuvo que alejarse de su familia porque siguieron hablando con su abusador como si fuera un santo. Ha sido muy duro para ella porque eran muy unidos, además está convencida que aún no le creen porque le dicen que se inventa esas cosas por el rencor que hay en su corazón. 


-    Yo siento que mi vida sexual fue un fracaso desde niña, siempre sentí que no valía nada, tal vez fui abusada por compañeros del colegio y conocidos, pero nunca lo supe porque no me valoraba. Mi esposo se ha dedicado a creerme, quererme y comprenderme, es una relación muy sana, diferente a todo lo que pasó antes.


Actualmente, Nadia es abogada defensora de los derechos de las mujeres y las niñas, trabaja en temas como la prevención de la violencia (más la violencia sexual) para que lo que le sucedió a ella, no pase con nadie más. Además de eso, llegó a la conclusión de no denunciar a su agresor para no lastimar a sus tías (adultas mayores), quienes le han ayudado con todo lo económico.


El abuso sexual afecta todas las áreas en la vida de una persona 


Para entender un poco más este último testimonio, la psicoterapeuta Alessia Zorio explicó algunas cosas sobre las víctimas de abuso sexual. 


-     La población que entrevistaste abarca a mujeres entre 18 y 25 años que fueron abusadas y no lo supieron hasta ser adultas, yo lo conecto con la incapacidad de poner límites en su contexto individual. En la mayoría de los casos a las niñas no les enseñan sobre los límites de su cuerpo, dándole a otros el poder de elegir sobre ellas y que sean agredidas en diversas áreas y dimensiones. 

El abuso sexual toca el nivel mental, físico y emocional. Aunque el área más involucrada es el cuerpo, termina entrando todas las otras cual si fuera su hogar. Alessia dijo ese 7 de abril que se tiende a normalizar que alguien más pueda elegir sobre los límites de la otra persona y su cuerpo, lo que lleva a no saber qué es lo que está pasando hasta llegar a la edad adulta y entender desde un lugar diferente aquello que realmente estaba ocurriendo. «Además, la mayoría de los casos la víctima es una mujer, lo cual conecta con una sociedad donde el hombre aún tiene un poder sobre ella». Para la segunda psicóloga entrevistada, Lorena Storino, definitivamente pueden no saber que fueron o son víctimas de violación, más cuando se trata de niños, pues no entiende lo que sucedió hasta que llega a una edad de desarrollo determinada. 


-    Allí comienzan a aparecer los síntomas del trauma o de estrés postraumático, también puede expresarse por otras vías como síntomas somáticos (una persona siente una ansiedad extrema a causa de síntomas físicos), retraso del desarrollo, regresión en las etapas de maduración (o sea, devolverse a una etapa antes del desarrollo), entre otros. Antes de eso la persona puede ser completamente inconsciente, a pesar de tener un sufrimiento que aparentemente no tiene explicación.


Estos testimonios ayudan mucho a aclarar ciertas situaciones y características que poseen las personas que sufren abuso sexual. La primera, es la evidente afectación a la salud mental, que varía en cada persona. Estos eventos traumáticos pueden desencadenar problemas de ansiedad y depresión que impactan en el funcionamiento diario de la persona, además de adoptar conductas de evitación que llevan al aislamiento.

 
Lo anterior lleva al siguiente punto: ¿las víctimas pueden olvidar lo ocurrido? Para ambas expertas, más bien es un proceso de sanación.


-    Olvidar implica negar la experiencia vivida y con el tiempo puede tener más implicaciones negativas que positivas, como pensar que el abuso no existió. Por más dolorosa e incómoda que pueda ser la sanación, hace que la vivencia pierda fuerza en el presente y que no interfiera de manera negativa en el ahora, pudiendo encontrar la libertad de vivir sin un trauma que pese. 

Por último, algo que se ha mencionado constantemente son las redes de apoyo. Lo que más recomiendan las psicólogas Alessia y Lorena es que haya un acompañamiento enfocado en el entendimiento de la vivencia, la escucha y la comprensión de los “síntomas” que se generan. Ellas como profesionales buscan sanar la experiencia del paciente respetando los ritmos y las necesidades que tiene, para que pueda vivir su día a día desde el lugar más sano posible. Mientras tanto, en un acompañamiento más “casual” debe haber un entorno seguro, donde la víctima pueda sentirse apoyada y acompañada, esto lo ayudará a volver a confiar en los vínculos y narrar la historia cada vez que lo necesite. Para quien acompaña es importante no cargarse de más, contar con apoyo y que entienda el lugar del otro con todo lo que un trauma implica.


¿Cuál es mi conclusión? Queda poco por decir cuando se tiene la oportunidad de ver lo que pasa desde un plano profesional y más cercano, entendiendo el principio y el final de cada historia, y lo que pasa por ese camino. En la pandemia mundial que hay y hablando de Colombia, los casos de abuso han aumentado considerablemente, 10.056 en las niñas y 3.028 en los adolescentes. Solamente nos queda pensar: mientras estamos viviendo normal… ¿Cuántas personas a nuestro alrededor han sufrido abuso sexual y siguen sin poder decir todo lo que les pasa? ¿Cuántas y cuántos están siendo lastimados gravemente por alguien en quien confiaban? ¿Cuántas de las personas que vemos todos los días aún no pueden sanar? Una cosa es leer testimonios o ser un profesional y conocer estos testimonios, pero otra muy diferente es ser la persona que lo vive en carne propia. Cuando estaba ahí… lloré junto a ellas como si fuéramos niñas pequeñas , ellas necesitaban que alguien las escuchara. Solo ahí entendí el gran peso que sus cuerpos cargan.

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